
Jugaban Chacarita e Independiente.
El sueño de volver a tener el estadio propio se cumplió.
En un departamento de 40 metros cuadrados metieron siete dormitorios en suite. Cuatro toilettes. Una biblioteca. Dos escritorios. Tres habitaciones de servicio. Dos cocinas. Tres comedores diarios... y varias cocheras.
Conozco a su presidente Luis Segura. Un dirigente de decente. Logró el objetivo de miles de simpatizantes de Argentinos. Todos querían que el estadio se vuelva a construir en la manzana de Juan Agustín García, Boyacá, Gavilán y San Blas.
Mi primo, Benjamín, era el dueño de la farmacia ubicada en J.B.Justo y Gavilán.
A mitad de cuadra vivían Mauro Viale y a dos casas la familia Bilardo. El entraba antes a la cancha. Se metía en la tribuna y en el espacio entre los tablones de madera me tiraba el carnet de cuero a la calle. Así me colaba para ver a Argentinos.
Ser asistente en ese estadio, además de buenas condiciones como profesional, se necesita charlar con el Dr. Adrían Paenza y recibir algunas explicaciones matemáticas sobre la distancia entre la linea lateral y la tribuna.
El juez que marcaba el ataque de Independiente era Gustavo Esquivel.
La pelota se iba afuera, un rebote en el asistente que no estaba afuera de los límites de la cancha, y el balón se pierde por el fondo.
Los jugadores de los dos equipos pensaban que era lateral. Esquivel, ante el estupor generalizado, marca el tiro de esquina como corresponde reglamentariamente.
Vella deja la linea y se va al área. Acevedo se viene a ejecutar el tiro de esquina y Tuzzio corre desesperadamente desde la mitad de la cancha en la busqueda del área.
Llegó el gol del triunfo de Independiente.
El sabía de su error técnico pero privilegió la ley a salvar su desacierto.
Valió mas la honradez, la descencia y la dignidad.
Muchas gracias Gustavo Esquivel.